EL BESO
Sus manos temblaban, pero se aferraban fuertemente a los hombros de él, mientras él suavemente recorría el contorno de su silueta en un paseo de sus manos por aquel cuerpo entregado al placer de las sensaciones. Eran un hombre y una mujer, aunque jóvenes y todavía con bastante inexperiencia, en aquel zaguán de la calle Boedo, en la oscuridad que de tanto en tanto se llenaba de la tenue luz del viejo ascensor con puertas tijera que llegaba a la planta baja con alguno de los vecinos, conocían en cada beso la más sublime de las sensaciones…eran interminables, cortaban la respiración y quizás por eso era que el corazón se agitaba tanto, los ojos cerrados para tratar en cada ósculo sentir que se llega al cielo y alcanzar en semejante éxtasis ver aquello tan vívido, el mismo rostro del Amor. No había palabras entre ellos, el tiempo se había quebrado y el reloj había jubilado definitivamente a las viejas compañeras de sus agujas, ya no existían ni los segundos, ni los minutos y menos aún las horas…todo había quedado detenido en lo infinito de aquellos alientos que se hacían uno….Un beso…solo era un beso, pero aquellos besos que permitían viajar sin pasajes ni boletos, aquellos besos que cortaban el cálido o frio ambiente que a los dos rodeaba, esos besos que sostenían la lívido hasta un punto en donde el amor se confundía con esa extraña pasión del sexo…todo por un beso. Sensación de brisa marina, de viento de montaña, de fresco rocío en la pradera, del sol tibio de las sierras, sal en la piel luego de bañarte en el mar, burbujas en la nariz de un champagne francés, noche de estrellas en luna nueva, miel fresca sobre la manteca en un pan casero…déjame encontrar la analogía de aquellos primeros besos y soñar con tu rostro suave de niña mujer…cuanto tiempo quedo en el cajón de la vida, en el ropero de los tiempos y el rincón de lo olvidado; pero aquellos besos todavía perduran y se sienten los labios húmedos como en el primer día y la ternura de aquellos mordiscos que incitaban a abrir la boca y buscar ese miembro que usamos tanto para hablar…pero aquí es todo silencio, huelgan las palabras y solo reina ese mágico accionar de los turgentes labios que ya hinchados se sonrojan e irritan de tanto besar, pero no hay tregua y las horas ya no existen. Sabor a sal, sabor a miel, a fruta fresca y a especias, llámalo como quieras, pero solo descubrí que ese era el sabor de los verdaderos besos.
La gente madura, aprende a hacerse importante, llena sus agendas de programas y comienza poco a poco a dejar de besar…el beso algo tan caro al pueblo latino lo conocemos desde que nacemos, nos besan sin saberlo, los labios del bebe en su dulce amamantamiento son besos de vida que lo alimentan a través del seno de su madre. De niños nos abrazan, nos besan y aprendemos que sólo debemos darle un beso a aquellos que conocemos. Besos a parientes, amigos y vecinos hasta que llega el juego de la bebida gasificada (por no decir su nombre) en donde la suerte puede conseguirte ese inalcanzable beso de la chica que te gusta. Besos tiernos de una madre que nos ama, de una abuela que ve su vida continuada en sus nietos, besos a los amigos y a quienes dejan de serlo para pasar a ser alguien más importante en nuestras vidas…y en el final quizás, un beso en la frente fría como triste despedida en el rigor mortis de un ataúd. Ellos, los besos nos alcanzan y nos acompañan toda nuestra vida y por eso hoy en el recuerdo de aquellos besos que honran la memoria de un rostro, un nombre y un amor, quiero dejar plasmado este simple homenaje a tan bella acción: el saber besar. Un abrazo en el momento justo puede devolver la esperanza a alguien perdido, pero un beso le devolverá la vida. Los besos no conocen barrera social, ni prejuicios ni discriminación; ellos pertenecen a todos, chicos, jóvenes, adultos y ancianos, pobres y ricos, incultos y sabiondos…pero con los años como el andar en bicicleta, dejamos poco a poco dejándolo de lado…parece que ya los besos no tienen más ese sabor a miel, sino a cebolla, quizás en algunos casos a mucho ajo o quizás simplemente a estomago vacío…buscamos excusas y que las hay, las hay, pero lo más importante pasa por el miedo…miedo a que con ese beso despertemos esa pasión que ya dormida creíamos desaparecida y vivíamos en un mundo sereno y tranquilo resignados a poner los dientes postizos en el vaso de agua sobre la mesita de luz…total ya no va haber más mordisquitos que inviten a mayor acción….y así nos olvidamos de besar.
Estimada/o amiga/o lector/a vaya si es necesario a un buen dentista, como balanceado y sanamente, deje por esta noche de lado el ajo y la cebolla y pruebe de darle un beso a quien todavía tenga a su lado…y para aquellos que están solos…y buen…hagan como yo, cierren los ojos y piensen en aquel lugar en donde sintieron que el mundo se perdía para siempre en el abandono de esa pasión producida por aquellos besos.
Gracias por Tu Boca.
AL BESO… el mejor de los homenajes.
Martín C. Drot de Gourville Chazarène
11-02-2014 ©
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