LA VIDA (en cada amanecer)

Alcanzo con mi respirar a sentir el vaho fresco de la aurora, con mi ojos vislumbro los últimos estertores de las tinieblas perecer en agonía a la inevitable vida de un nuevo amanecer...todos son destellos de luz incontrolables, los oscuros claros dan paso a los morados, fucsias, amarillos oro del fuego del sol que se refleja en cada cosa, el magenta domina la faz de la tierra y de repente el cielo se torna claro dando lugar a los colores más brillantes jamás vistos, celeste turquesa, verdes rabiosos como loros, marrones brillantes como caoba lustrada y una cromatina de colores que despiertan la imaginación en la paleta natural del artista de la vida; la respiración se entrecorta y el sentimiento de éxtasis como de un orgasmo palpita en el mismo aire que se respira. Mi piel es testigo vivo del aire que fresco y húmedo no puede negar el perfecto nombre que se le ha dado: sereno, rocío, aljófar, como las perlas preciosas hiladas sobre un manto de verde grama penetra su frescura hasta lo hondo del respirar doliendo en su pureza como aquella vez que al nacer aprendimos a respirar de una vez y para siempre el aire de la vida...esa misma vida que despierta cada día en un nuevo amanecer...oh, vida que tan en vano te han tomado, aquellos que han saciado sus ansias de egoísmo en la práctica de coartarla vilmente sin remedo ni vergüenza, oh vida que te bates a duelo en cada instante de ti misma con la mísera hipocresía y la robusta intolerancia, oh vida que debates en medio de la nada y la abundancia, y te presentas sin convenios ni contratos déjame verte en cada mañana cuando lista te levantas engalanada en la seda del alba y en el fresco suspiro de cada alma.
Autor: Martín C. Drot de Gourville, barondg


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